La peor persona del mundo: amor, libertad ¿e infidelidad?

Reflexión psicosocial de una película que nos hace pensar el complicado pero necesario camino para que el amor y el deseo pueden transformarse en algo maduro

Un psicólogo va al cine…

En el primer texto que publiqué en este blog dije que ocasionalmente escribiría sobre algunas de mis aficiones, como el cine y la literatura, incluso la música.

Si bien mis amigos saben que el cine es una de mis grandes pasiones, y de las cosas que puedo estar hablando durante horas, ésta es la primera vez que haré público algo que escribo sobre cine, lo cual me entusiasma bastante.

Tenía en mente algunas otras películas para escribir alguna reflexión sobre ellas, pero esta noche he visto La peor persona del mundo (Verdens verste menneske) del director noruego Joachim Trier, y las cosas que me hizo sentir y pensar me ha motivado a escribir en cuanto he vuelto a casa, por lo que algunas de las líneas que encontrarán a continuación las dejé tal cual me salieron como testimonio de las primeras reflexiones y sensaciones que he tenido.

Parte de mi entusiasmo es porque en los últimos días he estado escribiendo algunos textos que aparecerán en este blog sobre el tema de la infidelidad, y ver la relación entre la protagonista Julie (Renate Reinsve) y Aksel (Anders Danielsen Lie), me ha hecho repensar lo que venía escribiendo, en algunas cosas el planteamiento de la película coincide con mis ideas, pero en otras me confronta y obliga a pensar nuevamente mis ideas. Bendito cine por provocar esto.

Me detendré en algunas escenas que considero claves, y en otros desarrollos como el arco de los protagonistas, y sus relaciones, especialmente en lo que considero los temas fundamentales: amor y libertad, así que habrá spoilers.

Julie no es lo que piensan de ella

Acompañamos a Julie en los últimos años de sus veintes y los primeros de los treinta, justo una etapa de la vida en que se asumen que las personas deberían tener perfilado su futuro profesional y afectivo, o eso nos hacen creer las presiones sociales. Sin embargo Julie ha ido de una carrera a otra (medicina, psicología, fotografía), y de similar forma con sus relaciones de pareja, tratando de encontrar lo que en verdad tenga sentido para ella, y esta es la base existencialista de la cinta.

A los ojos normalizadores de la psicología que no expone una crítica social, que solo reproduce las normas, a los ojos de casi todos los demás, Julie parece inestable, extraviada, confundida, y hasta inmadura. Pero para mí uno de los ejes de la película son los prejuicios sobre la edad y la madurez.

Trier critica esas expectativas sociales al mostrar los resultados de esas elecciones en personajes incidentales, como otras parejas con hijos que no se muestran particularmente felices.

El filme contrasta constantemente expectativas sociales con la realidad de las vidas de los personajes, y es así que a través de los ojos, y la piel de Julie entendemos cómo esa inestabilidad en realidad es una inconformidad que le permite ser crítica con su entorno

La película trata sobre lo que implican las relaciones desde esa inconformidad a las normas de las relaciones, y a las expectativas/exigencias que de ella se esperan, incluyendo la relación consigo misma.

Los bordes de la infidelidad

El primer acto de la película aborda la relación entre Julie y Aksel, poniendo énfasis en las diferencias que van más allá de la edad dispar de ambos (29 y 44 respectivamente): la carrera profesional poco definida de ella contrasta con la consolidada carrera de artista gráfico de él, el deseo de ser padre contra la duda y hasta resistencia a la maternidad.

Pero con todo la relación funciona y muestra con bastante realismo esa primera etapa de las relaciones. Sin embargo queda constancia de la insistente racionalización de él, y la perspectiva crítica de ella hacia lo establecido.

En el segundo acto Julie conoce a Eivind (Herbert Nordrum) en la fiesta de una boda a la que ella se coló, tras sentirse aburrida en un evento al que acompañó a Aksel. Ella aprovecha la fiesta para sentir algo que buscaba, y vemos un primer diálogo magnífico entre Julie y Eivind, donde ella plantea conocerse mediante preguntas no convencionales, evitando precisamente las interrogantes de costumbre sobre a qué te dedicas y qué estudiaste.

Es una muy sutil crítica de la película hacia la condición de la vida adulta: lo normal es que las personas se piensen a sí mismas y a los demás como trabajadores, y a cierta edad, como sujetos exitosos

Eivind sigue la dinámica escuchándola de verdad, algo que Aksel no siempre hace. La conexión es inmediata, la química entre ambos se sale de la pantalla.

Es una escena cargada de simbolismo, están en una cama compartiendo secretos e intimidades de todo tipo. Un par de veces entran personas por sus abrigos, pero ellos solo están hablando. Están dándose algo más erótico y potente que un coito a escondidas en una fiesta: escucha, atención, complicidad. Resulta brillante ver todo ese intercambio erótico en un dormitorio con ellos vestidos.

La noche avanza, el vino no deja de llenar sus copas y notamos los primeros contactos físicos, manos por aquí y por allá. Y entonces él advierte que no quiere ser infiel a su pareja actual porque sabe lo que eso duele, ella dice que está con alguien a quien ama, pero ninguna de esas cosas que se dicen, al otro y quizá a ellos mismos para que funcione como freno, sirve realmente para detenerlos, hay algo ahí que pueden sentir, y todo el tiempo están jugando con los límites de lo que es la infidelidad, qué sí y qué no lo es.

La cinta nos regala tomas magníficas, en especial cuando se comparten humo de boca a boca, una forma de besarse sin labios, un símbolo de cómo sin tocarse están intimando, teniendo una noche de experiencias sensuales, escatológicas, de intimidad emocional que, por lo visto, era una necesidad para ambos dadas sus relaciones.

Al amanecer se despiden prometiendo no buscarse, y él pregunta si han sido infieles. Ella responde que no y se quedan en paz. ¿Pero lo han sido o no?

Para mí han establecido una relación emocional en una noche que será memorable, suficiente como para terminar sus relaciones cuando se reencuentran.

Si nos atenemos a la definición de infidelidad como acto sexual, a algo tan concreto como el coito, entonces no, pero si lo consideramos desde una perspectiva emocional para pensar la infidelidad, entonces incluimos la conexión emocional que crearon desde la escucha atenta del otro, quizá estamos hablando de otra forma de infidelidad según los rígidos mandatos del amor romántico, y su exigencia de exclusividad sexual y afectiva.

¿Acaso no es erótica la relación que se tiene desde la escucha, la disposición al otro, los roces mínimos, compartir el placer de un cigarro?

A todo lo cual, sin un juicio moral, ambos tienen derecho. Pero claro, sin lastimar a sus parejas, y por eso la pregunta final de Eivind.

Para mí es una noche de erotismo consumado sin necesidad de genitalidad compartida.

Amor desde y más allá de lo romántico

Las relaciones en La peor persona del mundo se mantienen siempre dentro del marco del amor romántico, como lo demuestran la dinámica entre Julie y Aksel, o la idea de la exclusividad emocional y sexual, una regla de este modelo relacional que es llevada hasta sus límites en ese primer encuentro entre Julie y Eivind.

Ese capítulo plantea la pregunta de qué es el pacto de fidelidad en las relaciones monógamas: en la secuencia en la que Julie decide terminar con Aksel, la vemos cruzar la ciudad para encontrarse con Eivid, a quien finalmente besa y pasa toda la tarde y noche con él…. hablando. De nuevo intimando desde la escucha y el diálogo. Es como si el director nos hiciera ver que la protagonista se ha conectado tan conscientemente con su deseo, que sabe que lo mejor es terminar con Aksel, a quien ama y no ama a la vez. Y en ese sentimiento quiero detenerme porque me parece algo interesantísimo.

Julie siente una forma de amor por Aksel por las cosas buenas que han vivido, pero a la vez, reconoce que para ella no es lo mejor continuar la relación con alguien que tiene otros objetivos en la vida, que la ha presionado a tener hijos, y que además invalida sus emociones racionalizando lo que siente… y claro, ya siente algo por Eivind, quizá no amor pero sí una atracción de tipo romántico, unas ganas de compartirse que con Aksel ya no están.

Ese estado afectivo, tan complejo pero real y que carece de un nombre preciso, puede resultar tremendamente confuso porque no es el amor que se espera sentir por una pareja, sino otra cosa, un sentimiento amoroso distinto.   

Más adelante en la película, el diagnóstico terminal de Aksel da una perspectiva bastante distinta de lo que el amor puede ser. Cuando ella se entera acude a verlo en medio de la crisis que supone saberse embarazada, esperando darse mutuo aliento, pero lo sustancial es la conversación sobre lo significaron la una para el otro y viceversa.

Entonces, en esa situación límite, con ambos a punto de un cambio definitivo como lo son la muerte y encargarse de una futura vida, la película nos muestra a Julie dando amor en forma de compañía no sexual, sino estando al lado de Aksel, dando un amor más profundo, maduro. Una forma de amor donde es el bienestar del otro el que se prioriza. Así, Julie ha sido leal a sí misma, y a lo que siente por Aksel, que interpreto como amor y comprensión intelectual a posteriori, no tan valorada por ella mientras estaban juntos.

El trayecto de Julie muestra cómo el cambio y la insatisfacción son constantes en la vida, que esta es caótica (incluso más mientras andas en la veintena), pero que es posible ser congruente, leal con la idea a partir de la cual ella intenta llevar su vida: la libertad, pero eso sí, aceptando las renuncias que esto conlleva.

Y a Julie le atan las carreras profesionales, las relaciones de pareja, y las familiares, que en una escena se muestra la historia de las mujeres de su familia, estables a la fuerza de mantener matrimonios por no tener otra opción. Esa escena de repaso genealógico es clave porque nos dice que Julie sabe la historia familiar y no va a repetirla.

Su valor fundamental es la libertad, ser leal más que fiel es el modo en el cual Julie se plantea su vida, y esa lealtad es consigo misma y por tanto con su libertad.

Sin embargo, Joachim Trier y Eskil Vogt (co-guionista), son lo suficientemente cuidadosos de no hacerla pasar por egoísta. Salvo su discusión con Eivind en la que se muestra agresiva e hiriente (y nos permite ver los claroscuros del personaje para no idealizarla), en general Julie intenta mantenerse leal a sí misma, y a su pareja en ese momento, sea Aksel o Eivind, hasta que sus deseos le hacen saber que siente la necesidad de un cambio.

Esto, por supuesto, es difícil de aceptar para sus parejas, pero me parece que es parte del crecimiento de Julie, de ir a su propio ritmo, de equivocarse o no cambiando de carrera de equivocarse o no)dejando a una pareja, para entonces vivir como en el último acto de la película donde se reencuentra con Aksel.

Las posibilidades de amar en libertad

Esta gran película nos hace pensar los retos de un amor libre que intenta mantenerse fiel. El debate está abierto a si lo fue o no, pero considero que al final Julie termina siendo libre en sus propios términos, y en buena parte considero que La peor persona del mundo es reivindincativa del derecho de las mujeres a decidir sobre sí en todos los planos: el profesional, académico, sexual, reproductivo y de relaciones familiares, es decir, pone al sujeto singular en el centro, pero también es capaz de hablar de la dimensión social, cultural y colectiva, en los pendientes que quedan ejemplificados en el diálogo sobre mansplaining y la presión social por tener un camino profesional y familiar determinado, aunque eso implique la infelicidad mostrada por las parejas en la parte de las vacaciones. Y en todo esto se permite sugerir que:

El amor puede ser otra cosa, que tal vez se trata de dar sin olvidarse de uno mismo

Al final Julie nos lleva a palpar los bordes de la fidelidad, y de alguna manera deja una propuesta congruente y realista: reconocer el deseo e intentar seguirlo, amar sin reparos pero intentando dañar lo menos posible a quien amas, es una manera de vivir dos de los modos principales del amor: el propio y el de pareja, incluso si esto supusiera hacerlo en los términos románticos.

Sin embargo, no habría que correr el riesgo de tomar a Julie como un modelo a seguir al pie de la letra. Considero que ella sigue sus deseos y se guía por sus ideas y ética, muy influidas por algunos feminismos. Más que seguirla puede resultar inspirador para que cada quien se dé a la tarea de pensarse a sí misma(o), para imaginar cómo nos resultaría el amor si intentásemos vivirlo de modo más congruente con nosotros mismos y con nuestros deseos.

La peor persona del mundo nos propone reflexionar las posibilidades que ofrece el amor, de sentirlo y poner en discusión el erotismo que se nos antoja tener. Y hacer eso, ir más allá de la crítica al amor romántico y ser propositivo, me parece un mérito poco común.

Si ya viste la película, cuéntame qué piensas sobre ella, el personaje de Julie, y lo que te hizo pensar y sentir. Me encantará continuar el diálogo en los comentarios.

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