¿Por qué el supuesto día del amor nos presionamos, exigimos y desilusionamos tanto?, ¿de qué se trata realmente esta fecha? ¿Por qué San Valentín se volvió una fecha estresante para muchas personas?
Introducción
El día de los enamorados, San Valentín, o el 14 de febrero es una de esas fechas ineludibles para quienes nos interesa pensar críticamente al amor y las relaciones, en especial porque hay mucha gente que crea expectativas emocionales importantes. Por eso en este artículo me centraré en tratar de interrogar de qué se trata realmente esta celebración del amor, y cómo se ha convertido en una situación estresante para las parejas.
El amor aparece reducido a la idea de amor a la pareja, cuando este sentimiento tiene muchas otras formas como el amor de familia, los amigos, los animales, etc., y sí, ya sé que en México se acostumbra decir que es el día del amor y la amistad, pero seamos francos, ¿quién piensa en la amistad ese día? Siempre se me ha hecho un intento forzado de paliar la carga sexual de la fecha, como hacían sin éxito los profesores de mi primaria y secundaria.
Así que de lo que se habla generalmente es del amor romántico, sexualizado, y generalmente de tipo heterosexual, por lo que es también una fecha de reafirmación mediática de las representaciones heteronormadas del amor, todo un tema que merece un post por sí mismo.
Si el 14 de febrero se tratara realmente sobre el amor, entonces ¿atestiguaríamos semejante espectacularidad de detalles, ya saben, toda esa parafernalia romántica? Seguramente no. Entonces, ¿de qué trata el 14 de febrero? Para decirlo en pocas palabras, para mí se trata de cumplir expectativas.
El 14 de febrero es un examen (o tres) en el peor momento
Habitualmente se cree que festejarlo o no es una decisión personal, por lo que no es mi objetivo dar razones para elegir una u otra opción, sino entender qué está en el fondo del cómo se festeja, y qué implica para quienes el día de Cupido tiene importancia.
Dudo que una pareja que tiene problemas pase un 14 de febrero sin turbulencias, o que alguna que viene bien o está en pleno enamoramiento sea incapaz de disfrutarlo si deciden festejarlo. Entonces, ¿qué develan los comportamientos en el día de los corazones?
En mi opinión se trata de un examen, o tal vez tres. El primero hacia el otro (la pareja), el segundo con el entorno social, tanto el próximo que son familia, amigos y contactos en redes sociales, y el tercero con uno mismo.
Hay que distinguir entonces entre dos condiciones: quienes tienen una pareja, y los solteros (incluyendo a quienes se declaran a quien les gusta ese día). En ambos casos cabe la posibilidad de que sea un sentimiento de angustia el que predomine y motive a hacer cosas ese día, que en incontables veces se traduce en la ecuación de cantidad de dinero gastado es igual al amor que me tienes, que es lo que parece estar por debajo de toda la cuestión que termina siendo motivada no por una decisión personal, sino por presión social y económica.
Para quienes tienen una pareja, la angustia es por sentirse aceptada(o), validada(o), querida(o) por su pareja. Esto es una constante que tiene su fundamento: una relación que sea amorosa en los hechos y no solo en las palabras habrá de incluir sí o sí el respeto por quien eres. Nadie que no te conozca está obligado a quererte ni tú a agradarle, pero si la o el susodicho dice que te ama y tú le correspondes… pues el respeto y aceptación de quien eres se da por descontado.
Eso es en el papel, porque en la realidad las relaciones requieren de confirmaciones al amor, la confianza y el respeto, solo que a veces la relación es tan inestable que estas ratificaciones del sentimiento amoroso se vuelven indispensables. Y es ahí donde aparece el 14 de febrero como “oportunidad” para revalidar el amor.
Dicha oportunidad es una puerta falsa. En primer lugar por el cómo se intenta “aprovechar” semejante “oportunidad”, y después por lo que esto puede significar para la dinámica de la pareja en cuestión.
Generalmente se tiende hacia el intercambio de atenciones y regalos, la planeación de tiempo juntos, espacio para el sexo, en fin, una serie de planificaciones y esfuerzos en el mejor de los casos, o de improvisaciones de último minuto en el peor. El problema es que esto crea la expectativa de retribución, de dar y recibir: una mercancía o detalles simbólicos como, por ejemplo, una cena entre dos. Y es un problema porque está muy instaurada la expectativa económica en el amor: dar y recibir a partes iguales es lo correcto, lo deseable y el indicativo de una relación sana, aunque esto rara vez se cumpla.
Esperar y no recibir nada o a partes iguales es doloroso. Resulta así porque en lo que damos no entregamos solo un objeto o un detalle, sino que entregamos también un mensaje, en lo que damos estamos dando nuestro afecto de forma simbólica (el tiempo y el esfuerzo que empleaste en conseguir o hacer el obsequio son incluso más valiosos que el dinero que te costó), y en esa lógica, esperas recibir lo mismo de tu pareja.
Es en esto en lo que consiste el examen al que nos sometemos sin darnos cuenta: esperamos de nuestra pareja algo más que un regalo, esperas la confirmación de que eres amada(o) porque crees que es de lo que se trata el 14 de febrero, pero en realidad se trata de una evaluación doble: de cuán amorosa eres con tu pareja, y cuánto te sientes amada(o), lo que incluso puede tocarte fibras de cómo fuiste o no querida(o) en tu infancia. La repuesta es bastante angustiante, y muy dolorosa cuando resulta desfavorable, y cuando uno de los dos ha puesto más de su parte aparecen la frustración, la culpa, los reproches.
De esta forma San Valentín demuestra ser una fuerte carga para una pareja, y la “oportunidad” se vuelve un reto difícilmente superable cuando se le apuesta tan fuerte para demostrarse como pareja que ahora sí es la de a de veras. La misma dinámica efímera y mercantilizada de la fecha dificulta que sea un punto de inflexión favorable, por el contrario, termina siendo una carga para las parejas en épocas de conflicto.
Por eso habría que preguntarse a uno(a) mismo(a) si lo que deseamos para el 14 de febrero en realidad es recibir una confirmación de que eres aceptada(o), y quizá más importante: si tu pareja te acepta en tu forma de ser tal y cual eres, o si para eso necesitamos de un regalo o una cena “romántica”. ¿No será que resulta más fácil gastar en un obsequio o un detalle romántico que esforzarse en la aceptación de la pareja como un sujeto diferente durante el resto de los 364 días del año?
Y entonces está el asunto de los regalos, que son un problema cuando la primera, y a veces única manera de demostrar nuestros afectos es mediante el uso del dinero. Por muy importante que sea la economía para una pareja (que sí lo es), pretender que eso sea una demostración de amor puede estar enmascarando las carencias de conexión emocional que tiene tu compañero(a). Tal vez a ustedes les funciona así, pero también, tal vez, limitarse al gasto y el consumo se trate de una forma de eludir el compromiso afectivo que implica el vínculo de pareja.
Conclusiones
Considero que esto ocurre así porque en la relación de pareja la identidad y la aceptación está permanentemente en cuestión, en un veremos constante, porque se sabe que el amor acaba y entonces cada cierto tiempo necesitamos la confirmación de que es así. Esta fragilidad constitutiva del vínculo romántico implica que haya que aprobar ciertos exámenes con la pareja.
El 14 de febrero vivido como una obligación de agradar o de ser aceptado coloca aún más peso, más presión sobre una pareja, sin embargo cuando esta se encuentra en un mal momento las posibilidades de que salga bien parecen escasas; en cambio a una pareja en buen momento (que me sorprendería que estuviera leyendo esto, la verdad sea dicha) será solo una oportunidad de disfrutarse aún más.
San Valentín parece ser un potenciador: del buen momento o de la crisis, pero en ambos polos algo que se puede pasar por alto: porque no se necesita para estar bien, o porque es improbable que solucione las cosas si andan difíciles.
¿Cómo solucionarlo? Para las parejas en buen momento solo cabe disfrutar, quizá para quienes están comenzando su segundo aire sea una buena oportunidad de afianzar la mejoría si es que gustan de celebrarlo, pero si eres de las personas que no tienen pareja y te angustia la soltería, o si tienes una relación que no pasa por su mejor época, entonces la sugerencia es: date un respiro de tanta presión.
A las parejas en dificultades les vendrá mucho mejor no sumarle la presión social de una fecha a los conflictos que de por sí tienen. Quizá regalarse un poco de tranquilidad ese día sea más significativo que estresarse por encontrar o recibir el regalo indicado, llegar a tiempo a un restaurante abarrotado, hacer fila en un motel, o peor aun, haciendo el simulacro de que están bien ese día cuando saben que hay problemas más importantes.
Los exámenes, las evaluaciones que se hacen las personas son resultados de los criterios con los que estamos pensando al amor actualmente; como resultado de la fragilidad de los vínculos contemporáneos (saludos Zygmunt Bauman), del amor de pareja se espera y exigen cosas que quizá no deba dar, y seguro es excesivo endilgarle toda esa carga a cualquiera solo porque decimos que le amamos.
Esto es un efecto del amor romántico y cómo configura las relaciones de pareja. No tiene que ser así, es más, necesitamos cambiarlo, y con ello el enfoque mismo del 14 de febrero, sino que habría que abordarlo críticamente para que no sea un examen y entonces sí, quizá, sea dedicado a amarse mutuamente porque hay ganas, no porque lo indique el calendario.